lunes, 25 de mayo de 2020

El Confinamiento y la Crisis Climática

Varias personas me han preguntado si el confinamiento ha logrado aliviar el cambio climático, ya que la contaminación de las ciudades ha desaparecido casi por completo. A menudo se confunde el problema del calentamiento global con la mala calidad del aire en las zonas urbanas.

La temperatura de la superficie terrestre está subiendo y los patrones climáticos están cambiando rápidamente por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, principalmente dióxido de carbono (CO2). El CO2 no es un contaminante, ya que existe de forma natural, y en realidad no es el causante de los problemas respiratorios que padecen muchas personas por la contaminación. La combustión de carbón, petróleo o gas natural es perjudicial para la salud de las personas porque libera también otras sustancias nocivas para los seres vivos. Sin embargo, el dióxido de carbono generado con la quema de combustibles fósiles sí es el principal responsable de la subida global de las temperaturas. Para comprenderlo mejor, hay que entender cómo funciona el ciclo del carbono, que, en cierto modo, es también el ciclo de la vida en nuestro planeta.

El carbono es un elemento químico básico, uno de los más abundantes en nuestro planeta, y constituye la base estructural de cualquier forma de vida. A través de la fotosíntesis, el CO2 que existe en la atmósfera de forma natural en estado gaseoso, es absorbido por las plantas; el carbono es utilizado para generar nutrientes que hacen desarrollarse el tejido vegetal, mientras que el oxígeno es devuelto a la atmósfera. Posteriormente, el carbono capturado por las plantas pasa a los animales a través de las cadenas de alimentación de los ecosistemas, y se fija en los suelos mediante los procesos de descomposición de la materia orgánica realizados por las bacterias y los hongos. Igualmente, hay intercambio de carbono con los océanos a través del oleaje y las mareas, transmitiéndose primero al fitoplancton, y después a todos los seres vivos marinos. De forma mucho más lenta, parte del carbono almacenado en los suelos acaba depositándose también en el fondo de los océanos en forma de sales carbonatadas, que en realidad constituyen la gran reserva de este elemento que existe en el mundo.


Flujos existentes en el ciclo del carbono. HardvardX, The Climate Energy-Challenge. https://edx.org

Dentro del anterior ciclo natural, los combustibles fósiles son depósitos de carbono de origen orgánico que existen en la corteza terrestre; en el caso del carbón proceden de la descomposición de materia vegetal en humedales, y en el del petróleo y el gas natural su origen está en las algas marinas. Son depósitos sometidos a condiciones de altas presiones y temperatura. Son, en definitiva, acumulaciones de energía fotosintética concentrada que contienen parte del carbono capturado a la atmósfera durante cientos de miles de años.

Cuando los extraemos y los quemamos para aprovechar su energía estamos rompiendo el ciclo natural del carbono bruscamente, y devolviéndolo a la atmósfera nuevamente en forma de CO2. Llevamos haciéndolo casi 200 años, a un ritmo cada vez mayor, de forma que la concentración actual de CO2 en la atmósfera es de más de 400 partes por millón, casi un 50% más si lo comparamos con los niveles preindustriales. El carbón, el petróleo, el gas natural que quemamos hoy permanecerá décadas, e incluso cientos de años, antes de volver a ser absorbido y entrar de nuevo en su ciclo natural.


Curva de Keeling. Evolución de la concentración de CO2 en el observatorio de Mauna Loa, Hawai


Todo este carbono extra, en forma de gases de efecto invernadero, es el causante de la subida global de las temperaturas, de la alteración de los patrones climáticos y de la subida del nivel del mar, entre otros efectos. Incluso en el supuesto de que frenáramos de golpe el uso de combustibles fósiles, las temperaturas continuarían subiendo hasta que el dióxido de carbono extra ya emitido fuera absorbido por los sumideros naturales antes mencionados: los bosques y los océanos.

Se estima que en 2020 las emisiones de CO2 bajarán un 8% (1) en el mundo, debido al parón que nos ha impuesto el COVID-19. Es una bajada muy fuerte, sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, pero la concentración acumulada de este gas seguirá aumentando, aunque a un ritmo más bajo. El confinamiento al que parte de la humanidad ha estado sometida supondrá apenas un pequeño alivio al problema y no revertirá la subida de las temperaturas. Sin embargo, un descenso tan fuerte en el ritmo de emisiones supone romper bruscamente la tendencia imparable de las últimas décadas, y abre una ventana de oportunidad, un posible punto de inflexión hacia un abandono progresivo y decidido del uso de combustibles fósiles como fuente de energía. Esta es la esencia del Green New Deal tan debatido últimamente, esta es también nuestra esperanza, y quizás una de las últimas oportunidades que tendremos antes de que un cambio climático acelerado nos conduzca inevitablemente al colapso. Ojalá sea así.

 

(1): Según estudio de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) publicado por el portal británico Carbon Brief.

https://www.carbonbrief.org/iea-coronavirus-impact-on-co2-emissions-six-times-larger-than-financial-crisis

 

 

 


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