El IPCC y el umbral de 1,5ºC
El IPCC es el Grupo Intergubernamental sobre Cambio
Climático de la ONU. Fue en Octubre de 2018 cuando publicó el Informe Especial sobre Calentamiento Global de 1,5ºC, que tuvo un gran impacto mediático, y nos
puso a todos frente al espejo de nuestras acciones para frenar el cambio climático.
Un informe conciso, demoledor, publicado por una organización que hasta
entonces siempre había mostrado una tendencia conservadora en sus análisis. En
él se insta enérgicamente a todas las naciones a no superar la cifra de 1,5ºC
de subida media de las temperaturas (la subida acumulada hasta ahora está en
torno a 1ºC). Se considera que 1,5ºC es el umbral por debajo del cual podremos
adaptarnos a las alteraciones que estamos produciendo en el clima, aunque no
sin impactos importantes como las que ya hemos empezado a sufrir.
Si la temperatura subiese por encima de 1,5ºC, las consecuencias podrían ser devastadoras para la biodiversidad, para la disponibilidad de agua dulce, el aumento del nivel del mar y, en definitiva, para el bienestar humano. Por encima de 2ºC de subida podrían producirse otros efectos colaterales que desestabilizarían el sistema y acelerarían aún más el calentamiento, tales como el deshielo del permafrost en las regiones árticas o la desaparición del efecto albedo, responsable de que las superficies heladas durante todo el año reflejen una parte importante de la radiación solar sin absorber su calor. Dicho de otro modo, el IPCC ha cuantificado el margen de calentamiento que podemos permitirnos antes de alcanzar una situación de no retorno cuyas consecuencias serían devastadoras.
Escenarios climáticos futuros
Las proyecciones de subida de temperatura para este siglo y
los venideros dependen de cuáles sean nuestras acciones durante las próximas
décadas puesto que, como expliqué en la anterior entrada
del blog, el cambio climático actual es antropogénico y su causa principal la encontramos
en la quema de combustibles fósiles para la actividad humana. Por ello, los
científicos trabajan con distintos escenarios para construir modelos de
evolución de la temperatura en el futuro.
Ninguna proyección contempla volver a los niveles de carbono anteriores a la revolución industrial. Es decir, el cambio climático actual ha venido para quedarse, y lo único que podemos hacer a estas alturas es frenarlo, en ningún caso echar marcha atrás.
Empecemos por el escenario más pesimista. En él se considera que seguiremos actuando como hasta ahora, es decir, primando un crecimiento económico sin límites basado en el uso lineal e indiscriminado de recursos naturales, y utilizando los combustibles fósiles como fuente principal de energía, con alguna pequeña concesión a las demandas de grupos ecologistas. En este caso, se estima una subida en torno a 4ºC de la temperatura a finales del siglo XXI, y una subida posterior más lenta hasta alcanzar los 6-7ºC de subida total. Terminaríamos de quemar combustibles fósiles alrededor del año 2400 por una sencilla razón, habríamos terminado con todas las reservas existentes, incluso las que desconocemos a día de hoy. Este es un escenario altamente improbable porque, en algún punto del recorrido, el sistema económico, la civilización tal y como la conocemos, serían inviables, y sobrevendría un cambio brusco en la actividad humana. Aun así, hay una enseñanza que podemos sacar de él: seguir indefinidamente con las reglas actuales, con el principio de “Business as Usual” nos lleva al colapso, y el punto de no retorno podría estar bastante próximo.
En contraposición, está el escenario que plantea el IPCC para garantizar la continuidad de los elementos básicos en que se sustentan las sociedades del siglo XXI. Para lograrlo es necesario actuar rápido, muy rápido. Concretamente, sería necesario llegar a 2030 con una reducción del 45% de las emisiones comparadas con los niveles de 2010, y continuar la transición ecológica hasta alcanzar el balance neto de cero emisiones en torno a 2050. El reloj ya se ha puesto en marcha. ¿Es posible lograrlo? Sí, de hecho hay sociedades que han avanzado muy significativamente en este objetivo y nos pueden servir de inspiración. Tenemos el conocimiento, la tecnología, la capacidad, el principal ingrediente que falta es la voluntad. Voluntad individual, voluntad social, voluntad económica, voluntad política, todas suman.
Proyecciones de emsiones de CO2, concentración de CO2 en la atmósfera e incremento de temperatura en dos escenarios diferentes. Gráficas basadas en los estudios de David Archer en la Universidad de Chicago
Hay signos importantes de cambio, de que este
es el momento, pero deben consolidarse y no se hará sin grandes acuerdos, esos
que tanto cuesta conseguir porque obligan a ceder en principios básios para alguna de las partes. El
Acuerdo de París del 2015 es un buen referente de acuerdo, aunque los compromisos en él firmados son insuficientes. Si damos veracidad al IPCC, estamos ante una década crucial, lo que
hagamos en los próximos años determinará cómo será la vida durante un período
de siglos, o incluso milenios.
Tic Tac Tic Tac
Este sería un buen punto para acabar el post, pero hay una duda filosófica que ronda mi mente y quiero compartir. Tic Tac Tic Tac, el reloj sigue avanzando, hay mucho que cambiar y el tiempo apremia.
La mente dice: aceleremos la transición hacia energías renovables, impulsemos el coche eléctrico, invirtamos en procesos industriales más eficientes, construyamos viviendas con buen aislamiento térmico, promovamos ciudades inteligentes en el uso de recursos, y hagámoslo tan rápido como podamos. Sin embargo, podemos cuestionarnos si el estrés, la prisa, los objetivos a corto plazo son realmente la solución o más bien una parte del problema que nos ha traído hasta la encrucijada actual.
En los últimos meses, una pandemia, un simple virus, nos ha obligado a parar, y en el frenazo hemos sido testigos de un efecto colateral que ha hecho brotar la esperanza de que podemos doblegar al cambio climático: las emisiones de dióxido de carbono han bajado mucho y en muy poco tiempo, a pesar de que la crisis sanitaria ha paralizado muchos proyectos de transición ecológica. ¿Dónde está el equilibrio entre la transición que hay que impulsar en un tiempo récord y la eficacia de parar, respirar y vivir una vida más sencilla? ¿Alguien tiene la respuesta?