miércoles, 21 de junio de 2023

El Abismo

Dedicado a quienes sufrís ecoansiedad. No os calléis ni filtréis vuestros miedos.

Hoy no escribo para compartir los avances en alguna de las múltiples soluciones a la crisis climática, como el hidrógeno verde o la agricultura regenerativa. Podría hacerlo, sin duda, pero no. Hoy, en lugar de usar tinta, escribiré a base de bocanadas de fuego para soltar el espasmo pestilente que me sale de las entrañas en esta tarde tórrida. Mis células tienen la sabiduría ancestral de la tierra que pisamos y del aire que respiramos, enfermos ambos por la soberbia de una especie, el ser humano, que ha utilizado las infinitas formas de vida natural como un estercolero en el que volcar sus anhelos y frustraciones.  

Cierro los ojos y vuelo a través del insondable Océano Pacífico, hasta las Islas Hawái, donde se encuentra Mauna Loa, el volcán más grande de la Tierra. Y desde allí arriba, lejos de cualquier continente, y aislado de cualquiera de las grandes civilizaciones humanas, me detengo a  contemplar el mundo y a respirar el aire más puro que se puede encontrar en la faz de la Tierra. Aquí, el geólogo Charles Keeling, de la Universidad de Harvard, hizo su sueño de visionario realidad, y construyó un observatorio en el que medir la concentración real de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre.

La gráfica de Keeling se actualiza día a día con los datos registrados en Mauna Loa, y es el indicador más claro de las consecuencias de la quema indiscriminada de combustibles fósiles para mantener en movimiento la maquinaria de la civilización en la era posindustrial.


Evolución de la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre a partir de las mediciones del Observatorio de Mauna Loa. La leve ondulación anual se debe al ciclo natural de las estaciones, pero no impide que la gráfica sea claramente ascendente.

Mi vista se detiene en la leve ondulación de la gráfica, que se repite año tras año, siguiendo el ritmo de las estaciones. Es como la respiración del planeta. En primavera y verano la tierra inspira, mientras los bosques y selvas repletos de vida realizan la fotosíntesis y absorben dióxido de carbono, con el que fabrican alimento, y almacenan los restos bajo tierra donde pequeños microorganismos, gusanos y lombrices se encargan de mantener la fertilidad del terreno. El oxígeno expulsado por la fotosíntesis limpia el aire, y junto con la luz, la lluvia y el calor del sol, alienta las ganas de vivir de los animales, incluido el ser humano. Unos meses más tarde, en el letargo del invierno, la fotosíntesis cesa su actividad y la vida entra en un período de sueño y quietud que volverá a invertirse en la siguiente primavera.  


Evolución de la concentración de CO2 en la atmósfera durante los últimos 2.000 años. La curva es prácticamente plana hasta el comienzo de la era industrial, momento histórico en que el ser humano comienza a quemar combustibles fósiles como fuente de energía

Sin embargo, las ondulaciones de la gráfica de Keeling no son planas, sino que van formando una suerte de escalera que asciende peldaño a peldaño, en un viaje a ninguna parte. Donde la vista no alcanza, la escalera termina en un mirador, desde el cual es posible contemplar el progreso humano a lo largo de la historia de las civilizaciones.  

El mirador es magnífico y vertiginoso, pero no tiene barandilla. A él se dirigen, nos dirigimos, en masa, todos los hombres y mujeres que habitamos la Tierra, perfectamente ordenados por nuestra condición económica y social. Todos ciegos, sordos, ignoramos los gritos de quienes ya han llegado arriba y caen sin remedio desde lo alto del mirador sin protección, despeñándose en el fondo del abismo, que es un sumidero de carbono, de vanidad y de paquetes de Amazon que nunca nadie llegará a abrir.

En el fondo del abismo hay un amasijo de cuerpos inertes entrelazados, en el que se mezclan la sangre y el sudor de las distintas razas, unidas por primera vez en un mismo destino. El olor a descomposición se mezcla con el de perfumes caros y cigarrillos que aún no se han apagado. Entre las grietas de la muerte suenan teléfonos móviles porque las redes sociales siguen funcionando, gracias a la inteligencia artificial. Siguen cayendo cuerpos, entre alaridos y balbuceos, desde el final de una escalera que cada vez está más alta, y que va calentando la atmósfera hasta convertirla en un lugar inhabitable, donde los océanos acidificados, libres ya de peces y corales, cada vez crecen más alto y devoran grandes ciudades costeras, y playas. Columnas de fuego lejanas traen olor a madera quemada, de bosques de robles, castaños y abedules que nacieron en un clima que ya no existe, y arden sin remedio destruyendo toda la vida que albergaron.

Crónica de una extinción masiva anunciada, explicada a los 4 vientos, de la que no escaparemos, igual que fue inevitable que Goya pintara a Saturno devorando a su propio hijo. Estremecedor delirio del ansia de crecimiento, de la exaltación del individuo por encima de lo colectivo y del mundo natural, del culto al dinero como único Dios, celoso de cada uno de sus hijos. 

Pero echo la vista atrás, ¿y qué veo? Hay gente bajando la escalera, abriéndose paso, a veces gentilmente, a veces a empujones, entre la muchedumbre que ciega y obedientemente sigue ascendiendo. Empiezan a ser multitud, están desafiando nuestro destino. Levantan los ojos de las pantallas de sus teléfonos móviles, y echan la vista al cielo. Se dan cuenta de que el sol, el viento, el agua y la tierra les dan cuanto necesitan para vivir, y de que ellos forman parte de la vida. Comienzan a bailar entrelazados en torno a un manzano en flor durante el primer día de mayo, mientras ríen, se abrazan, y comparten juntos un manjar de frutas y frutos silvestres que los árboles generosamente les han brindado. 

Entretanto, desde la fila ascendente de la gran escalera algunos curiosos miran recelosos hacia atrás, observan la danza mientras siguen ascendiendo, y piensan: ¡Qué insensatos, van a echarlo todo a perder, no podemos permitir que pongan en peligro el orden racional de las cosas!

6 comentarios:

  1. Todo es correcto, pero realmente podemos hacer frente a un cambio 360º en la economía. Estamos los humanos dispuestos a renunciar al "sacrificio" que suponen esto. Hay una verdadera conciencia, lo único que veo son buenas palabras pero pocas intenciones. Los gobiernos de las superpotencias no se comprometen... la economía verde es un 30% mas cara y lo salarios son cada vez mas bajos..... Creo que estamos destinados a desaparecer por nuestra propia inacción.

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  2. Gracias David por tu zarandeo y removimiento... Por un lado, no dejo de asombrarme, aunque sólo puntualmente, de la capacidad del ser humano de invisibilizar elementos de la vida que resultan catastróficos, si bien es algo ocurre igual con respecto a otros tantos dramas e injusticias que suceden cada día, por ejemplo en las fronteras. Por otro lado, vuelvo a situarme en el dilema moral de si tiene sentido, o hasta qué punto lo tiene, seguir tratando de bajar la escalera, continuar tratando de nadar contra corriente cuando todo parece apuntar, como señala Carlos en su comentario, a un único y desgraciadamente merecido final... Creo que hoy tampoco obtendré la respuesta a mi dilema, pero gracias igualmente David.

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    Respuestas
    1. ¡Gracias, Juanma! Por si te sirve en tu búsqueda de respuestas, hay algo que voy descubriendo poco a poco.
      Aunque signifique ir contra corriente, bajar no es cansado, y subir sí lo es. Se baja cuando te paras a contemplar, a respirar, cuando te abrazas a un árbol o a alguna persona querida, cuando dejas a un lado tus metas individuales y miras a tu alrededor con compasión, sintiéndote parte (y sólo una pequeña parte) de la vida.

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    2. Gracias David por compartir tu mirada con sensibilidad, dando visibilidad a una dura realidad,
      siempre basándote.en datos científicos. Qué más necesitamos? Sumémonos a iniciativas que reduzcan, cooperemos, divulgemos,...
      Las pequeñas acciones producen grandes cambios.
      Un fuerte abrazo. Seguimos!!!

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